miércoles, 7 de junio de 2017

LA EXPANSION NORTEAMERICANA HACIA EL OESTE
 
 
Luego de su independencia en 1776 los Estados Unidos de América iniciaron un proceso de expansión territorial que se mantuvo constante a lo largo de todo el S XIX.
 
La política expansionista se inauguró con la adquisición de territorios como la Louisiana, comprada a Francia en 1803; y la Florida, cedida por la corona española en el tratado de 1819,
a cambio del compromiso estadounidense de no apoyar a los movimientos independentistas en las colonias hispanoamericanas.  El avance de colonos norteamericanos hacia regiones al oeste del río Mississippi, provocada por el crecimiento poblacional y la escasez de terrenos cultivables, se realizó a costa de las tribus indígenas que las habitaban, que fueron hostilizadas y sujetas a una campaña de exterminio para apoderarse de sus tierras; o bien, el gobierno de los Estados Unidos las forzó a firmar tratados para renunciar a sus derechos territoriales, obligándolas a emigrar a las regiones inhóspitas y áridas del lejano oeste. El despojo de tierras a las tribus indias se legitimó con la idea de la superioridad racial de los colonos, que estaban incorporando un territorio salvaje a la "civilización".
 
Cuando se abrió la ruta a Oregón en 1842, territorio al extremo noroeste de los Estados Unidos que fue el primer punto de expansión transcontinental de este país, que ahora iba del océano Atlántico al Pacífico;  miles de pioneros que atravesaron las Grandes Planicies en su viaje a esta región, invadieron las tierras sagradas y de cacería de las tribus indias, alterando sus condiciones de vida; además de reprimir de manera brutal, con matanzas frecuentes, la defensa que hacían los indios de su territorio. Ante este estado de cosas, el gobierno federal, con el objeto de facilitar el paso de las caravanas, comerciantes, mineros, granjeros, negociantes y del ferrocarril transcontinental, promulgó en 1851 la Ley de Asignaciones Indígenas, que dio lugar a las "reservaciones", en las que se concentró a los indios sobrevivientes, lejos de las tierras fértiles y productivas.
 
En el caso de Texas, esta se independizó de México y tiempo después, en 1845, el congreso norteamericano aprobó su anexión a los Estados Unidos. Con la mira puesta en las ricas regiones de California y Nuevo México, los políticos norteamericanos provocaron la guerra con México en 1847-1848; país al que derrotaron y, en virtud de los tratados de Guadalupe-Hidalgo, le arrebataron las regiones nombradas y partes de Nevada, Utah y Arizona. Posteriormente, en 1853, el gobierno de Antonio López de Santa Anna se vio forzado a vender el territorio de la Mesilla por 10 millones de dólares, para que los estadounidenses pudieran construir su ferrocarril transcontinental Con los territorios arrebatados a México el capitalismo de los Estados Unidos se nutriría con recursos formidables para su desarrollo: el oro de California y el petróleo de Texas; además de asegurar las rutas comerciales del suroeste y el comercio con Asia.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Luego de finalizado el proceso de expansión y Conquista, las originales 13 colonias situadas sobre el Océano Atlántico habían alcanzado el Pacífico.
 
 
 
 
La Justificación Ideológica al expansionismo Norteamericano
La política expansionista de los Estados Unidos, apoyada por todos los sectores sociales de la población y promovida por el grupo gobernante, se sustentó en la convicción de que era la nación más grande de la tierra y que Dios les había asignado la tarea de dominar toda América, para ampliar el área de libertades y llevar los valores republicanos a los  pueblos menos afortunados. Esta misión divina, conocida como el Destino Manifiesto, implicó actitudes discriminatorias contra las tribus indias, vistas y tratadas como salvajes que merecían ser arrojados de sus tierras y confinados en reservaciones. A la América hispánica, por su parte, se le concibió como un conjunto de pueblos miserables, atrasados e ignorantes, cuando no carentes de ansias de trabajo, incapaces de gobernarse por sí mismos, que debían ser dominados o despojados de las riquezas que poseían; así, las guerras de conquista y apropiación de territorios efectuadas por la nación estadounidense tuvieron su legitimación ideológica.
 
Esto es un tramo del trabajo del escritor y periodista norteamericano John L. O´Sullivan, quien en 1839 escribió un artículo periodístico titulado "Destino Manifiesto"

 
"...Debemos avanzar hacia adelante rumbo al cumplimiento de nuestra misión —hacia el pleno desarrollo del principio de nuestra organización— la libertad de consciencia, la libertad del individuo, la libertad del comercio y de la consecución de los negocios, universalidad de la libertad y de la igualdad. Este es nuestro destino supremo y, en el eterno e inevitable decreto de la causa y efecto de la naturaleza, debemos cumplirlo. Todo esto será nuestra historia futura, establecer en la tierra la dignidad moral y la salvación del hombre —la inmutable verdad y la beneficencia de Dios. Para esta bendita misión encomendada a las naciones del mundo, que se encuentran aisladas de la luz de la verdad dadora de vida, ha sido elegida América; y su supremo ejemplo percutirá con gran fuerza hasta la muerte de la tiranía de reyes, jerarquías y oligarquías, y llevará la buena nueva de la paz y la buena voluntad a lugares donde miríadas de seres soportan actualmente una existencia escasamente más envidiable que la de las bestias del campo. ¿Quién, entonces, puede dudar que nuestro país está destinado a ser una gran nación en el futuro? "
 
Esta pintura que pueden observar aquí debajo se titula "El progreso norteamericano", fue realizada hacia 1872 por el pintor alemán John Gast. Es una representación alegórica del Destino Manifiesto de la nueva nación estadounidense . En la escena, una gigantesca mujer blanca, rubia, vestida con una túnica blanca y "vaporosa" se dirige desde un puerto hacia el interior del continente, secundada por carretas, diligencias, trenes y grupos de pioneros, mientras los indios y los animales salvajes huyen despavoridos. La mujer se encuentra en mitad de la composición, viniendo desde la zona iluminada del cuadro, lo que parece indicar que trae consigo la luz de la civilización; lleva un libro, que hace referencia a la expansión de la cultura occidental, y va tendiendo un cable telegráfico a medida que avanza hacia la zona izquierda del cuadro, la cual permanece aún apagada por una oscuridad tormentosa. El mensaje es simple : la colonización blanca permite el progreso económico y sociocultural del Oeste americano, iluminando los negros nubarrones de la ignorancia y la incivilización.
 
 
 
Con el fin de controlar los mercados de las naciones hispanoamericanas recién independizadas e impedir la presencia y acción del capital comercial inglés y europeo, el presidente James Monroe (1817-1825) promovió que el Congreso estadounidense reconociera la independencia de estos países y estableciera relaciones diplomáticas con ellos (mayo de 1822); posteriormente, presentó ante esa instancia una declaración que contenía los siguientes puntos:
 
• Los Estados Unidos considerarían un ataque a sus intereses, cualquier intento de interferencia de las potencias europeas para extender su dominio o influencia en América.
• Los Estados Unidos no intervendrían en las colonias europeas existentes en esos momentos en América, ni en los asuntos internos de las potencias europeas, ni en los conflictos que se dieran entre ellas.
Estos puntos, conocidos como "doctrina Monroe", resumido en el lema "América para los Americanos" determinarían el sentido de la política exterior norteamericana con América Latina y Europa durante el siglo XIX.
 
 
 
 

 
 
 
 
Situación Económico Social de Estados Unidos de Norteamérica
 
 
Gracias al aumento de la natalidad y de la inmigración europea a América, el número de habitantes en los Estados Unidos pasó de 10 millones en 1820, a 31 millones en 1860; población que constituyó la fuerza de trabajo indispensable en el crecimiento económico de este país. Los inmigrantes europeos procedían mayoritariamente de Irlanda, Alemania y la Gran Bretaña, obligados por las pésimas condiciones de vida, la distribución injusta de la propiedad, las malas cosechas, el hambre, el desempleo, las persecuciones religiosas y políticas, y las guerras y revoluciones en sus lugares de origen; por lo que llegar a los Estados Unidos significaba el inicio de una nueva vida en la tierra de las oportunidades, generadas por una economía en expansión, con su promesa de empleos, su abundancia de tierras por colonizar, la posibilidad de lograr un nivel de vida más elevado y, por si fuera poco, arribar a una nación de libertades. 

A medida que los Estados Unidos crecieron en territorio, población y riqueza se consolidó una estructura social diferenciada, donde una minoría era la principal beneficiaria de los frutos del desarrollo capitalista. Hacia 1850 este grupo poseía más del 60% de la riqueza nacional, formado por empresarios exitosos de la industria, los transportes y las comunicaciones; los comerciantes vinculados al mercado externo; propietarios y administradores de bancos y compañías de seguros; dueños de plantaciones; quienes además tenían el control político de la nación y accedían a los cargos más importantes.
En ese mismo periodo la clase media correspondía aproximadamente al 40% de la población y estaba integrada por profesionistas de todo tipo (periodistas, médicos, abogados, maestros), ministros religiosos, funcionarios de gobierno, capataces de plantaciones, ejecutivos de empresas y cuantiosos granjeros.
Finalmente, en la base de la pirámide social, el 50% de la población subsistía en condiciones miserables y con escasas posibilidades de prosperar; el sector de los no propietarios estaba conformado por los jornaleros, arrendatarios, artesanos, obreros asalariados y esclavos negros, creadores de la riqueza económica de los Estados Unidos, pero excluidos de sus beneficios económicos y sociales.
EL CONFLICTO ENTRE LOS ESTADOS DEL SUR Y DEL NORTE (1861 - 1865)
 
La nación estadounidense se integró en la primera mitad del siglo XIX con tres regiones: el norte, el sur y el oeste; quienes tenían como base común una economía agrícola, pero que desarrollaron actividades económicas diferentes.
El norte se caracterizó por su crecimiento fabril y por sus grandes inversiones en medios de transporte y comunicaciones, convirtiéndose en centro del desarrollo industrial, comercial y financiero del país; concentraba el 75% del sector obrero y era el principal punto de atracción de los inmigrantes europeos.
 
 
En los estados sureños la producción y exportación del algodón fue la principal actividad económica, representaba el 60% del comercio exterior de los Estados Unidos en 1860, sustentada en mano de trabajo esclava. La inversión en medios de transporte e industrias fue escasa y la región permaneció subdesarrollada, semirural y poco comunicada con el resto del país. Su economía centrada en la producción de materias primas, volvió al sur dependiente de las otras regiones: del oeste para su provisión de alimentos y del norte para sus manufacturas, comercio y necesidades financieras.
 
 
El oeste fue la zona de expansión territorial, donde tuvieron amplio crecimiento las granjas fronterizas y la agricultura comercial, con el consiguiente desarrollo en transportes y comunicaciones. Las riquezas minera y agrícola de esta región contribuyeron en gran medida al desarrollo económico de los Estados Unidos en esta etapa.
 
 
Estas diferencias socioeconómicas se expresaron en el plano político-ideológico, puesto que el crecimiento territorial de los Estados Unidos, por la anexión e integración de nuevos estados, modificaba y alteraba el equilibrio político en el Congreso entre los estados esclavistas y los que no lo eran; así como en los intereses económicos que se privilegiaban. El conflicto entre el norte industrial, con intereses comunes con el medio oeste agrícola, contra el sur esclavista, se expresó en posiciones abolicionistas que pretendían terminar con el régimen de trabajo esclavo; política que se fortaleció con la llegada a la presidencia de Abraham Lincoln y que dio lugar a la guerra civil, de la que emergió vencedora la Unión, que agrupaba a los estados del norte y del oeste. Su triunfo fue resultado de su superioridad en recursos materiales y militares, su mayor cantidad de población y por su enorme capacidad financiera.
En este mapa pueden observar: los estados de la Unión en color Azul (Abolicionistas) y los estados Confederados en color gris (Esclavistas)
 
 
El triunfo del norte industrializado aceleró el proceso de crecimiento capitalista de los Estados Unidos, a tal grado que después de la guerra civil se incrementó la producción de hierro y carbón; se desarrollaron nuevas industrias como la del petróleo, la industria pesada y la de alimentos. De esta manera, a finales del siglo XIX, la nación estadounidense ya se encontraba entre las principales potencias capitalistas del mundo.